Comencé a estudiar contrabajo en Barcelona a finales de los años 80. Mi primer maestro, Xavier Cubedo, fue quien me cautivó para siempre cuando le escuché interpretar el segundo movimiento del Concierto en Mi mayor de Dittersdorf, acompañado al piano por el entrañable y magistral Lluís Muñoz. Yo estudiaba en el Sindicat de Músics de Catalunya, y nada más acabar su interpretación le abordé para felicitarlo y preguntarle si él creía que yo podría estudiar ese majestuoso instrumento. Su respuesta fue positiva, pero, con su habitual sinceridad, me advirtió que si no funcionaba me lo diría y lo dejaríamos. Acepté la condición, que no hizo más que darme mucho más empuje y motivación. Yo llevaba ya un tiempo estudiando bajo eléctrico, pero aquel instrumento tenía unas posibilidades expresivas muy superiores.
Arco francés o arco alemán. La elección.
Xavier me dejó un magnífico contrabajo que tenía en el Sindicat para estudiar allí, pero me comentó que debía comprarme un arco. Me acompañó a Casa Parramon, en el carrer del Carme, y nos sacaron dos cajas llenas de arcos con olor a naftalina para evitar la polilla. Cubedo, con total y absoluta naturalidad, me comentó allí mismo que había dos tipos de arcos: francés y alemán, y me pidió que eligiera el que yo quisiera. No me lo podía creer. Yo no tenía ni idea hasta aquel momento de ese “detalle”. Siempre había visto un arco similar al del chelo pero de mayor tamaño. De hecho, Xavier Cubedo tocaba arco francés con preferencia, aunque posteriormente descubrí que manejaba el arco alemán con igual destreza y maestría. Le pregunté cuál era mejor, y con la misma naturalidad me contestó que daba igual; que, bien manejados, ambos sistemas eran buenos, y que él me podía enseñar cualquiera de los dos. Qué grande. Elegí el arco alemán por parecerme exótico y novedoso para mí. Pero igual podría haber escogido el francés, ante un planteamiento tan neutral y sincero. Su primera lección, magistral: cualquiera de los dos sistemas bien empleado es excelente.
Las enseñanzas de Xavier Cubedo fueron extraordinarias. Su arco alemán había sido adiestrado por el mismísimo Ludwig Streicher; conocía los detalles de este con una profundidad asombrosa, como pude descubrir al cabo de los años. Su arco francés procedía de las enseñanzas del gran maestro Ferran Sala; un arqueo de gran sonido y de excelente virtuosismo procedente de la escuela Nanny.
Con mi nuevo arco y su contrabajo prestado, comencé mis estudios con una motivación y dedicación excelentes. Su ayuda y dedicación conmigo fueron ejemplares. Le correspondí como merecía. Gran Maestro, Xavier Cubedo. Pero esto lo veremos en sucesivos artículos. Nos leemos…
Salud para todos.
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