El contrabajista Óscar Rodríguez Calvo (1969) integró en Cuba la Orquesta Sinfónica de Matanzas, y en España la Filarmónica de Gran Canaria y la Sinfónica de Tenerife; se ha presentado con agrupaciones de primer cartel en numerosos festivales de jazz, ha participado en la grabación de varios discos, y es en la actualidad profesor de contrabajo en el Conservatorio Profesional de Música de Vigo (España). Su carrera ha sido intensa y muy movida entre el sinfonismo, las clases de contrabajo y el Jazz. He tenido la oportunidad de conversar con él y esto es lo que me ha contado de su carrera como profesor, músico sinfónico y jazzista. — Una entrevista por Antonio Gómez Sotolongo |
El día que me llevaron a conocer el contrabajo
¿Mis primeros recuerdos con la música? Pues están asociados con mi abuela paterna, Esperanza; ella tocaba algo el piano, y la primera vez que la vi tocar me impresionó mucho. Recuerdo con mucha claridad que el primer día que me llevaron a la guardería yo no me quería quedar y lloraba mucho, entonces ella se sentó a un piano que había en el salón y tocó. Aquello me causó una gran impresión y dejé de llorar… Hoy creo que fue por el piano —pues era la primera vez que lo veía “en persona”—, pero sobre todo por ver que mi abuela podía sacar música de él. También recuerdo que en casa ella me cantaba nanas para que me durmiera… E igualmente tengo recuerdos con la música a través de mi padrastro, que era trombonista de la banda de conciertos de Matanzas: él me llevaba a los ensayos de la banda, y allí me lo pasaba toqueteando todos los instrumentos, además de escuchar los ensayos y casi todos los conciertos los fines de semana… Fue una época bonita.
¿Y el contrabajo? Pues, como muchos contrabajistas (o casi todos, puedo decir, por la experiencia de las pruebas de conservatorio), no fue mi primera opción… Mi padrastro parece que vio en mí algo de musicalidad y me llevó a la Escuela Vocacional de Arte, donde, por decisión suya y de mi madre, iba destinado a tocar la trompa, al ser el instrumento que a él siempre le gustó tocar. Sin embargo, entonces no había profesor y sólo quedaban plazas para contrabajo… Como yo nunca había visto un contrabajo delante de mí, mi padrastro me llevó a la casa del maestro Giraldo “Pucho” Domecq Prats, un contrabajista retirado que él conocía, quien había sido fundador de la Sinfónica de Matanzas. “Pucho” tenía un contrabajo ¾ que ante mis ojos de niño parecía enorme. Fue esa la primera vez que intenté tocar un contrabajo y sentí que no pesaba tanto como aparentaba por su tamaño. Si Aureliano recordó muchos años después el día en que su padre lo llevó a conocer el hielo, yo, en circunstancias muy distintas, recordaré por siempre el día en que me llevaron a conocer el contrabajo… ¡Ja!
Esto fue en 1980, teniendo yo 11 años. Entonces vinieron las clases con el maestro Ricardo “Papito” Fernández Mora, quien se había graduado de Profesor de Contrabajo en el curso 74-75 en la Escuela Nacional de Arte (ENA) con el maestro Orestes Urfé. Con “Papito” terminé en 1984 el nivel elemental y me fui a La Habana, donde matriculé en la clase del maestro Manuel Valdés Argudín —entonces profesor de contrabajo en la ENA, quien había estudiado en el Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana con el profesor búlgaro Ángel Nenov y se había graduado con honores del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, en la clase del profesor ruso Evgeny Kolosov—. Con Manuel terminé en 1988 el nivel medio profesional —como se denominaba entonces en Cuba ese grado académico que me daba la titulación idónea para poder trabajar como músico y profesor de música—, y seguidamente me designaron para hacer el servicio social en la provincia de Sancti Spíritus, donde comenzó mi vida profesional como profesor de contrabajo.
El Jazz y la Academia
¿Y el jazz y la música popular? Pues comencé a tocar música popular de manera profesional justo cuando comencé a trabajar como profesor de contrabajo en 1988, cuando me ubicaron a trabajar en Sancti Spíritus (por la cercanía, a unas 47 millas, estuve tocando con un grupo de latin jazz en la ciudad de Santa Clara). Después, cuando comencé a tocar con la Orquesta Sinfónica de Matanzas, alternaba con formaciones pequeñas de jazz de aquella ciudad hasta que me fui a La Habana definitivamente, por el año 1990 ó 91.
En la capital cubana comencé tocando con el trovador Frank Delgado; más tarde, con el cuarteto de Jazz Fusión 4, y posteriormente formé parte del grupo de Orlando Valle y Otra Visión, que fue el último grupo con el que trabajé en Cuba antes de venir a vivir a España. ¿Y, cómo fue? Pues por amor… Me pasó como a Machín. En 1997 me vine a residir a España, concretamente a Galicia, donde realicé varios trabajos como músico en orquestas de verbena, bandas de jazz y formaciones clásicas variadas. Posteriormente, en el 2001, nos mudamos a Canarias, donde trabajé y estudié (sí, aquí tuve que terminar mis estudios porque los interrumpí en La Habana para trasladarme a España, y debí cursar algunas asignaturas que no aparecían en el pénsum de allá y no podía convalidar… Hice una parte en el Instituto Superior de Arte de La Habana —actual Universidad de las Artes— y otra en el Conservatorio Superior de Música de Gran Canaria). Y no te dije que en el ISA mi profesor de contrabajo volvió a ser el maestro Valdés, quien me había graduado de nivel medio en la ENA. Eso fue una gran suerte…
Cosas del destino para las que estaba preparado
¿En Canarias? Pues sí, allí toqué en dos orquestas: en la Filarmónica de Gran Canaria y en la Sinfónica de Tenerife. Llegué a las Islas porque a mi esposa la habían destinado a trabajar allí, y tuve la suerte de que en el Auditorio Alfredo Kraus, donde radica la Filarmónica, habían ofertado una plaza de refuerzo oficial. Nos presentamos tres contrabajistas a la audición y la gané. Asimismo estuve ocasionalmente en la Sinfónica de Tenerife como refuerzo en algunos conciertos en los que solicitaban mi trabajo.
¿El regreso a la península? Pues otra vez mi esposa y yo tuvimos oportunidades de trabajo. Fui llamado como profesor en el Conservatorio Profesional de Música Xoán Montes en Lugo (Galicia). Del mismo modo, por esos años trabajé en el Conservatorio Profesional de Música de Segovia.
¿Y en Vigo? Pues en el año 2007 aprobé la oposición al cuerpo de profesores de Contrabajo de la Xunta de Galicia, y en la actualidad tengo la plaza en el Conservatorio Profesional de Vigo. Como sabes, para obtener la plaza hay que aprobar unos exámenes en los que básicamente hay que demostrar las cualidades pedagógicas y como instrumentista; son pruebas bien difíciles, pues siempre son muy pocas plazas y muchos quienes optan por ellas… Y ¿cuántos alumnos tengo? Pues en la actualidad tengo catorce estudiantes, entre grado elemental y medio, aunque con esto de la pandemia ha bajado mucho la matrícula. También doy clases de música de cámara, conjunto y orquesta. Y sí: ya he titulado con grado profesional a nueve estudiantes.
Te cuento. La enseñanza aquí se divide en grado elemental (GE) y grado profesional (GP), por lo que en este curso 2021-2022 tengo cuatro alumnos de GE: tres de 2º y una niña de 4º; y siete alumnos de GP: dos de 1º, dos de 3º, dos de 5º y uno de 6º. Como es de suponer, los cursos más importantes acá son los de 4º (GE) y 6º (GP), porque son los que terminan cada uno de los dos ciclos, así que los de 4º (GE) se preparan para el pase de grado y los de 6º (GP) para el superior.
La escuela rusa y la alemana
Acá la metodología que utilizo es la que me enseñó mi maestro Manuel Valdés: la escuela rusa del arco francés con el método de Evgeny Kolosov, a lo que yo le sumé el estudio del agarre del arco alemán al estilo de Ludwig Streicher, el cual aprendí solo, leyendo y mirando vídeos y practicando mucho (me acordé de lo que me decía Manolo cuando estudiaba con él: que el principio técnico era el mismo, sólo consistía en un cambio de agarre y muchas cuerdas al aire, escalas y arpegios). De ahí que enseño los dos tipos de agarres: el francés (escuela rusa de Manuel-Kolosov) y el alemán (escuela de Streicher), y, claro está, utilizo los dos agarres según con quién y lo qué toque, aunque reconozco que soy más de la escuela francesa cuando el pasaje se pone difícil.
¿Y cómo los preparo para los exámenes, obras, estudios, métodos? Ésa es una pregunta que me hace gracia, porque tiene una respuesta muy amplia. Como sabes, cada estudiante es un mundo, y para enseñarles algo en concreto hay que decirlo de veinte formas distintas, en función del alumno con el que trabajas y el curso. Yo tengo desde 1º de elemental hasta 6º de profesional, y lo primero siempre es el estudio técnico. Eso tiene que ser y estar constantemente. No hay perdón para el que abandona el estudio técnico, porque es nuestro cimiento; no se hace música con la técnica, pero ayuda a que todo sea más fácil y suene mejor, de modo que trabajo ciclos de escalas, arpegios, golpes de arcos, ejercicios de fortalecimiento de ambas manos para un buen agarre del arco, colocación de la mano izquierda y posición del cuerpo, sea sentado o de pie, según el nivel del estudiante. Y para ello utilizo obras grandes o pequeñas, y estudios muy diversos —todos aportan algo en función de lo que quiera lograr con los estudiantes—, pero sobre todo elijo que tengan una buena edición, que sean lo más claros posible, pues el estudio de la técnica es muy pesado y hasta que los estudiantes no entiendan su importancia hay un largo camino… Creo que eso se llega a entender en la vida profesional.
¿Los planes para este año? Bueno, eso es complicado, porque aún se sienten los efectos de la pandemia y continúa la incertidumbre, pero entre las fechas más próximas que ya tengo confirmadas están el día 28 de abril con Alfonso Medela Trío y el 30 con el Carlos Segovia Trío. Así que estás invitado.
Discografía
- Vatapá volumen 1
- Vatapá volumen 2
- Identity – Nardy Castellini
- Alfredo Rodríguez y los Acerekó
- Ritmo – Compañía de flamenco de María Serrano
- Havana Calling – Orlando “Maraca” Valle y Otra visión
- Vi-Gop Quartet- Live!
- Quinteto Cimarrón-20 Cuerdas
- Aires Tropicales- (Quinteto Cimarrón y Paquito D´Rivera)
- Na Lingua que eu falo- Naja Shami
- Havana Flute Summit- Jane Bunnett y Orlando “Maraca” Valle
- Espirales – Sergio De Miguel